domingo, 20 de octubre de 2013

ENTREVISTA

Miguel Angel Castilla
¿Cómo se siente en una editorial que ha tenido escritores como García Márquez, Neruda y Sábato?
Feliz con Dios que tiene bastante misericordia conmigo.¿Por qué le gusta meterse en problemas?
En un país como Colombia al escritor lo persiguen los problemas. Podría esquivarlos como muchos, pero no fuimos hechos para ser convidados de piedra.
¿Qué tan cruel es la novela?
La novela es ficción, los crueles son aquellos personajes a los que describo sin cortinas. La realidad es tan absorbente, que la fábula flaquea en su intento por introducirnos en la magia.
¿No le teme al entorno en el que vive?
La muerte no tiene la última palabra. La magnanimidad de Dios no la podemos poner en duda. Ahora, este es un ejercicio que invita a la reflexión para no repetir décadas de barbarie que solo nos han dejado dolor, viudas y huérfanos.
¿Qué mensaje le envía a los violentos en estos momentos?
El de siempre, que valoren las bondades de la libertad, que vivan en Cristo y que se sometan honestamente a la justicia.
¿Qué tan religioso es usted?
No soy fanático, pero después de estudiar mucho sobre la vida de Mahatma Gandhi, Teresa de Calcuta y Jesús de Nazaret, comencé a comprender lo bonito de la vida.
En muchas regiones del país cuando se toca a un personaje violento o corrupto, se acostumbra comprar todo el tiraje por parte de los afectados 
¿Está preparado para ello?
Mi trabajo es escribir. Eso le toca a La Oveja Negra. Sin embargo, no me imagino a la Policía cuidando al Perfecto Demócrata.
¿Cómo han sido sus años de escritor antes de esta novela?
Dedicado al periodismo, la investigación cultural, escribiendo todos los días con disciplina y respetando a las personas.
¿Y el periodismo de hoy permite el respeto?
Hay que aclarar que una cosa es el periodismo, y otra es el escribidor de oficio que se escuda en el periodismo para el boleteo, la extorsión y el chantaje. La diferencia está en que los primeros vivimos con la cuenta bancaria en rojo. Eso sí, podemos darnos el lujo de entrar a cualquier parte sin ningún temor. Los segundos, se ven bien por fuera, con ostentación material, pero con una lápida tan grande como su cinismo.
¿Alguna anécdota desagradable en su ejercicio periodístico?
Hace unos años, en una masacre de campesinos, un colega al ver los cadáveres tapados con hojas de plátano, quitó las hojas y arregló de tal forma a los muertos que pensé que la fotografía era para la página social. Le dije, “si la publicas te denuncio”.
¿Y se publicó?
Él es muy inteligente, hoy en día trabaja en España.
¿Qué busca usted con esta novela?
Resarcir en parte, una verdad dolorosa que le atañe a miles de colombianos que deambulan por las ciudades con la fe diluida por tanta impunidad.

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