Miguel Angel Castilla
¿Cómo se siente en una editorial que
ha tenido escritores como García Márquez, Neruda y Sábato?
Feliz con Dios que
tiene bastante misericordia conmigo.¿Por qué le gusta meterse en problemas?
En un país como Colombia al escritor
lo persiguen los problemas. Podría esquivarlos como muchos, pero no fuimos
hechos para ser convidados de piedra.
¿Qué tan cruel es la novela?
La novela es ficción, los crueles son
aquellos personajes a los que describo sin cortinas. La realidad es tan
absorbente, que la fábula flaquea en su intento por introducirnos en la magia.
¿No le teme al entorno en el que
vive?
La muerte no tiene la última palabra.
La magnanimidad de Dios no la podemos poner en duda. Ahora, este es un
ejercicio que invita a la reflexión para no repetir décadas de barbarie que
solo nos han dejado dolor, viudas y huérfanos.
¿Qué mensaje le envía a los violentos
en estos momentos?
El de siempre, que valoren las bondades
de la libertad, que vivan en Cristo y que se sometan honestamente a la
justicia.
¿Qué tan religioso es usted?
No soy fanático, pero después de
estudiar mucho sobre la vida de Mahatma Gandhi, Teresa de Calcuta y Jesús de
Nazaret, comencé a comprender lo bonito de la vida.
En muchas regiones del país cuando se
toca a un personaje violento o corrupto, se acostumbra comprar todo el tiraje
por parte de los afectados
¿Está preparado para ello?
Mi trabajo es escribir. Eso le toca a
La Oveja Negra. Sin embargo, no me imagino a la Policía cuidando al Perfecto
Demócrata.
¿Cómo han sido sus años de escritor
antes de esta novela?
Dedicado al periodismo, la
investigación cultural, escribiendo todos los días con disciplina y respetando
a las personas.
¿Y el periodismo de hoy permite el
respeto?
Hay que aclarar que una cosa es el
periodismo, y otra es el escribidor de oficio que se escuda en el periodismo
para el boleteo, la extorsión y el chantaje. La diferencia está en que los
primeros vivimos con la cuenta bancaria en rojo. Eso sí, podemos darnos el lujo
de entrar a cualquier parte sin ningún temor. Los segundos, se ven bien por
fuera, con ostentación material, pero con una lápida tan grande como su
cinismo.
¿Alguna anécdota desagradable en su
ejercicio periodístico?
Hace unos años, en una masacre de
campesinos, un colega al ver los cadáveres tapados con hojas de plátano, quitó las
hojas y arregló de tal forma a los muertos que pensé que la fotografía era para
la página social. Le dije, “si la publicas te denuncio”.
¿Y se publicó?
Él es muy inteligente, hoy en día
trabaja en España.
¿Qué busca usted con esta novela?
Resarcir en parte, una verdad
dolorosa que le atañe a miles de colombianos que deambulan por las ciudades con
la fe diluida por tanta impunidad.
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